El Deleite de los Cuerpos

Celebraciones en papel

Aun cuando en este contexto pandémico es difícil hablar del estar junt*s, pues la manera en que lo hacíamos cambió, seguimos apostando al encuentro. Más allá o más acá de los objetivos que nos convocan, sabemos que el encuentro entre cuerpos abre posibilidades para afectarnos un*s a otr*s, alojando la potencia de transformar los modos en que habitamos el mundo y construimos comunidad. Una lógica neoliberal amenaza esa potencia al aislarnos, al separarnos en pequeños grupos, al comprometernos apenas con quienes consideramos más cercan*s. Un festival contradice esa idea, arrojándonos a lo impredecible del encuentro con otr*s que no elijo pero con quienes estoy construyendo lazos comunitarios. De hecho, el deleite siempre fue abierto a un público más amplio, propiciando el diálogo con quienes no suelo encontrarme y afianzando vínculos con quienes he decidido compartir luchas y cotidianeidades.

Entre los cuerpos circulan entonces afectos, entre ellos destacamos aquellos que tienen que ver con el disfrute, el gozo. En la complicidad de los placeres encontramos un refugio que sirve de referencia, que permite tejer redes afectivas y políticas. Placeres que no nos alejan de las disputas políticas que debemos dar, para sentirnos en comunidad y poder pensar estrategias para “organizar la rabia, defender la alegría”.

De hecho, entendemos a los afectos considerados “negativos” como parte de nuestros encuentros. Tal como afirman varias discusiones políticas feministas que venimos abrazando. Las tristezas, las decepciones y los enojos, aquellos que nos pueden generar, la muerte de compañer*s, las dificultades de acceso a derechos y las injusticias; nos mueven a la organización de la rabia, a la toma de posición/palabra y puesta en marcha de otras formas de vivir.

A lo largo de estos años, nos propusimos activar los encuentros desde el goce y el disfrute de producciones artísticas y culturales, de nuestros cuerpos presentes para compartir alguna actividad planificada y celebrarnos. Generar esos hiatus que nos dispongan a repensarnos, a cuestionarnos las formas asumidas, casi siempre relacionadas al gobierno de nuestras sexualidades, desde las producciones que artistas y activistas de la disidencia sexual y corporal ponen a circular en este espacio. Creemos que las formas festivas apuntalan esos cortes espacio-temporales necesarios para sentir, pensar y hacer otras cosas con nosotrxs y con otrxs. Un conjunto de propuestas que de modo autogestivo, apartidario, desde la búsqueda de distintos fondos económicos que lo hagan posible, en calidad de contenidos, en tiempos de compartición, arriba, detrás y debajo de los escenarios, fueron configurando a lo largo de una década a este festival y sus particularidades. Comenzamos durante el mes de noviembre (mes del orgullo en esta provincia), para luego (desde 2017 en adelante) ir acentuando nuestra presencia a lo largo de todo el año, desde la gestión así como desde la creación de contenidos. Apoyando causas aliadas, acompañando situaciones de vulneración como de festejos. Apuntalando las redes que fuimos tejiendo con compromiso y afecto. A esta altura ya nos es difícil señalar qué somos, qué es el festival, ¿hay uno solo o tantos como guiños de amistad creados? Al menos podemos decir que nuestras intenciones de festejar nuestras diferencias y compartir nuestras creaciones siguen allí.

Hacer el festival es nuestra estrategia política para generar otras sensibilidades; para el goce estético así sin más; para darle lugar a otras experiencias y voces contestatarias; para gritar lo que se quiere seguir silenciando y para trastocar lo que se quiere seguir imponiendo. El festival es nuestra política de las emociones, nuestra política sexual.

El año pasado nos repensamos y planificamos otra estrategia, hacer una revista: celebraciones en papel. Seguramente este año también seguiremos indagando en este formato, para que nos hojeen, nos miren, nos rocemos, disfrutemos. En versión online para llegar y hacer llegar a otros lugares también.

Lo que tenemos para mostrar, para disputar, para transformar, de la mano del feminismo prosexo, es mucho. El deleite de los cuerpos así lo exige.

CLAUDIA

AGUILERA

Artivista, lesbiana y feminista.

Es artista, productora y curadora independiente, desde el 2003 forma parte de colectivas feministas y Lgttbi, movida siempre por un interés personal de sumar arte + feminismo. Ha participado de diferentes campañas contra la violencia de género, programas radiales, ilustración de libros, etc. Actualmente es integrante de TAF CBA (Trabajadorxs del Arte Feministas Córdoba) y forma parte del proyecto Memoria de Feminismos Cordobeses.

EN CAÍDA LIBRE EL CUERPO

TOMA DIFERENTES FORMAS

activismos de la diversidad corporal

Para este Festival, hacer lugar, visibilizar, posicionarse y organizar actividades en torno a la disputa que los activismos gordos sostienen respecto a la gordura, los cuerpos diversos, la patologización de sus experiencias y la crítica a la abyección de lo deseante que se erige como hegemónico en nuestros contextos sudakas, son estrategias clave de incidencia política y afectiva.
Repasando un poco nuestra historia como evento del feminismo prosexo local y de la disidencia sexual y corporal que lleva una década de intervenciones políticas desde producciones artísticas más alternativas, contraculturales, desobedientes, nos vamos al 2013 para recordar la propuesta de la artista chilena Missogina (Constanza Álvarez Castillo). Ella realizó una performance, que junto a dos talleres de producción desde la metodología hazlo tú mismx, y la proyección del cortometraje que realizó junto a Samuel Hidalgo, titulado: “Manifiesto Gordx” (Chile, 2012); pusieron en la escena local la temática, junto a la denuncia de los cánones hegemónicos de belleza que arrojan ciertos cuerpos y vivencias a los intersticios de lo deseable. Missogina volvió a visitarnos al Festival para presentar su libro “La Cerda Punk. Ensayos desde un feminismo gordo, lesbiano, anticapitalista y antiespecista” junto a un corto lésbico posporno de su producción en la Casa 1234 en 2018.
En 2016, la presentación de un libro significativo para los activismos gordos de la región en esta ciudad acercó a varias personas no sólo a conocer pensamientos del activismo internacional y de la región, que Laura Contrera y Nicolás Cuello compilaron en “Cuerpos sin patrones…”, sino que también fue una invitación a debatir y a poner a circular saberes y experiencias locales respecto a los cuerpos diversos.

Con ganas de escuchar qué significaron estas intervenciones y cómo lo vivenciaron, conversamos con Laura Contrera durante septiembre y noviembre del 2020, mediante audios de whatsapp y que trascribiremos a lo largo de estas páginas.
Laura Contrera es feminista y activista por la diversidad corporal, profesora de Filosofía, abogada y doctoranda en Estudios de Género (Universidad de Buenos Aires). Su investigación se enfoca en la estigmatización y la discriminación contra las personas gordas desde una perspectiva de Derechos Humanos, y en las luchas por la despatologización de la diversidad corporal. Desde el 2012 hace el fanzine Gorda. En 2015 inició el Taller Hacer la Vista Gorda, espacio de intervención activista, junto a Nicolás Cuello, con quien coeditó en 2016 el mencionado libro “Cuerpos sin patrones. Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne” (Buenos Aires, Editorial Madreselva). Ha escrito numerosos artículos y colaborado en diversas obras colectivas. Además de lxs gatxs, lo que más le gusta es elegir epígrafes para sus escritos, si son de una canción, mejor.

Ella nos dice en esa conversación:
Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en esa jornada -que fue un doblete porque primero hubo un taller que se llamaba “Magropolíticas corporales. Reflexiones críticas en torno a las gorduras” ahí en la Casa 1234, y después la presentación del libro-, es la palabra “intensidad”. Fue una jornada larga, pero sobre todo “intensa” porque había una avidez como de compartir cosas. El formato taller tiene eso, más allá de las propuestas específicas que llevábamos con Nico [Cuello] en torno a lo que veníamos pensando y desarrollando en torno a la gordura, no es que teníamos el saber, sino que todes quienes estaban ahí tenían su saber y lo que hacíamos fue ponerlo a circular. Había avidez y expectativas, y sobre todo muchas ganas de pensar juntes, y por eso fue una jornada que la guardo en mi memoria. Si bien al Festival ya lo conocíamos fue un gusto que nos invitaran. Viajamos con Nico por la noche. Llegamos ese mismo día bien tempranito por la mañana, y paramos en la casa de la emma y noe, y ahí estuvimos un rato preparando las cosas”. (Contrera, 2020)

Antes de la realización de esas actividades que relatan, les pedimos que nos cuenten cuales eran sus excusas para venir al Deleite, y nos contestaron esto mientras subían las escaleras de la ahora extrañada Casa 1234:
Laura: “La excusa que nos trajo fue compartir nuestro trabajo activista en torno a la gordura, pensándolo también desde las disidencias sexo-afectivas, genéricas y sobre todo desde la diversidad corporal. Era la idea venir a traer un trabajo que estamos haciendo hace un tiempo, socializar la caja de herramientas que se plasmó en un libro, pero también en fanzines, talleres, y en otras intervenciones que hacemos para que hagan con eso lo que quieran, que se deleiten a sus modos, que produzcan sus propios deleites gordos”. (Contrera, 2016)

Mientras tanto Nico nos decía: “La excusa para venir al Deleite fue poder compartir en un espacio de taller, experiencias, preguntas, en torno a cómo activar desde la gordura, cómo politizar los cuerpos gordos. Compartir lo que venimos trabajando para politizar nuestros cuerpos, subjetividades gordas en espacios políticos feministas, sexo disidentes, queers, anticapitalistas, antirrepresivos. Cómo poder hacer para que la experiencia del gordo, de las gordas, sean experiencias válidas, legítimas, que empujen el límite de lo posible, que trabaje para producir más libertad y que estén todo el tiempo colaborando con imágenes de futuros menos opresivos, menos violentos y más deseantes”. (Cuello, 2016)
Después de ese taller vino la presentación del libro. Nos cuenta Laura por audio de whatsapp:
“Fue creo una de las presentaciones más emotivas. Estuvo María Inés Landa y Maite Amaya, fue muy hermosa. Me recuerdo a mí misma muy encendida, muy prendida fuego. Si bien soy una persona muy apasionada, creo que todo lo que se venía dando en el marco del Festival contribuyó a eso. Ahora pienso muy especialmente en las palabras de Maite. Ella me dio el papel de lo que había leído durante la presentación y la idea era seguir activando, seguir haciendo cosas. Me emociono todavía. Me acuerdo en el post, en el momento de la birra, de la parte de socializar, ahí en el patio de La Casa, nos quedamos hablando con Maite y hablábamos de esos encuentros violentos que llevamos marcados en la carne muchas personas por distintas cosas, quienes integramos sobre todo el colectivo de la diversidad corporal, sexo-genérica, funcional. Pensamos tantos proyectos, y bueno, ahora que la compañera ya no está, me sigue emocionando cuando la nombro y cuando recuerdo esa noche”. (Contrera, 2020)
La lectura generosa que hizo Maite del libro, será reproducida páginas abajo debido a la potencia que disparan sus palabras para pensar las lógicas de poder que se intersectan y configuran nuestras carnes. Antes compartimos las palabras de Laura donde nos relata acerca de lo que ella significa como repercusiones, devenires:
“A partir de ese taller y esa presentación, recién había salido el libro, y había mucho interés en leer acerca de las experiencias que estábamos reuniendo ahí, en “Cuerpos sin patrones”, de otras experiencias históricas y de otras coordenadas geopolíticas, y también las situadas en nuestro sur, y sé que luego hubo encuentros y grupalidades que creo que siguen teniendo actividad hasta el día de hoy, dándole a Córdoba un perfil propio de su activismo. Eso es algo siempre importante, que las regiones tengan su activismo, sin referentes únicos, para dar cuenta de algo que evidentemente tiene sesgos propios de cada contexto. Y me hace muy feliz también saber que fuimos parte de esa alquimia propiciadora de encuentros, de afinidades y de cosas nuevas”. (Contrera, 2020)
Una de esas grupalidades a las que refiere Laura es Club de Gordxs, que se gestó en Córdoba y tuvo varias intervenciones en esta ciudad, en marchas, congresos, talleres propios, y que pueden rememorar en sus redes sociales (facebook.com/clubdegordxs.cba). También han participado de actividades del Festival en 2017 y 2018, con muestra gorda, proyecciones, performances y talleres. Tal fue el caso de “La luna rellena” por ejemplo.
Luego le preguntamos acerca de cómo piensa el activismo gordo hoy, y Laura nos cuenta:
“Esa pregunta es super amplia, y ameritaría distintos niveles de respuesta, pero para arriesgar una síntesis diré que desde el momento en que se desarrolló esta actividad en el marco del Festival El deleite de los cuerpos, ha cambiado muchísimo el escenario del activismo gordo. Sobre todo, por una suerte de “masificación”, no sé si es la palabra indicada, habría que pensarlo mejor, pero sí que ciertos contenidos del activismo gordo han alcanzado un nivel de circulación en redes sociales, incluso en medios más hegemónicos, que en ese momento no era tal. Si bien nosotres veníamos publicando notas en Las 12, en Soy había una mención constante activismo gordo, al libro y acerca del Taller Hacer La vista gorda, no pasaba del Página 12, o de otros medios alternativos o de comunicación de tipo comunitaria. Hoy por hoy, el activismo se habla en redes, en la TV Pública, en Clarín; y hay múltiples formas de encarar el activismo, y de múltiples maneras. Sobre todo, pienso que hay personas más jóvenes con una cultura más ligada a las redes, que tienen sus propias referencias, no tan ligadas al libro o a las actividades del Taller, sino a influencers, modelos, otro tipo de referencias para lo que van a llamar “activismo gorde”.
Y no voy a poner una línea para decir lo que es activismo gordo y lo que no es, o es body positive, o si son otras formas de discutir la imagen corporal, pero sí hay una generación que se mueve en otros ámbitos.

Por otra parte, el activismo gordo con el que me siento identificada y del cual formo parte, desde ese momento de salida del libro en 2016, de presentaciones y primeros talleres que dinamizábamos con Nico bajo el título “Hacer la vista gorda” que después devino otra cosa, devino un grupo de intervención política, corrió mucha agua bajo el puente. Creo que una de las cosas más importantes que encaramos ya como grupo tuvo que ver con la federalización de la agenda del activismo, por ejemplo, en torno a las intervenciones en los encuentros plurinacionales. Eso fue muy importante, el primer taller de activismo gordo en la grilla oficial del Encuentro va a ser en 2017 en Chaco, la participación en las asambleas del 8M o el 3J en Buenos Aires. Más allá de que se dan en Buenos Aires, tiene cierta relevancia a nivel nacional, regional, incluso internacional, que hubiese consignas del activismo gordo en los documentos oficiales del 8M o el 3J. Y eso fue interesante, de llevar la mirada hacia ámbitos asamblearios, hacia espacios feministas o de la diversidad sexo-genérica y corporal. Hicimos muchas alianzas, sobre todo con el movimiento intersex, con el movimiento trans, y llevamos como un discurso más elaborado en torno a la despatologización, la lucha contra la discriminación, la violencia y el estigma hacia las personas gordas, no sólo a los medios sino a dialogar con instituciones como INADI por ejemplo, o intervenir en asambleas, o diálogos con la institución médica que es rarísimo. Participar en Jornadas de la Facultad de Medicina, en charlas en Hospitales. En fin, todos ámbitos novedosos para llevar la discusión.
Igual para mí hay activismo gordo también en lo micro, cuando une gorde se junta con otre gorde, y puede haber una magia activista ahí, y es igualmente importante que las intervenciones que se dan a nivel institucional o asambleario de corte más masivo”. (Contrera, 2020)

A continuación les dejamos la reproducción del citado texto que escribió y leyó Maite durante esa jornada del 4 de noviembre de 2016 en la Casa 1234, en la presentación del libro “Cuerpos sin patrones….”. Texto impreso en papel que fue trascripto posteriormente por las artivistas TransTocadas como modo de poner en circulación de muchos modos su pensamiento crítico y sagaz, y compartido en PDF en su página de Facebook (facebook.com/TransTocadxs). Ponemos a disposición también por aquí:

Hablemos de las intersecciones de la carne

Maite Amaya

2016

Curvas, humedades, desiertos, selvas. La territorialidad de estos cuerpos mamíferos.

La abyección del territorio trans durante los procesos de colonización de la carne en la construcción de un relato corporal-sexo-genérico hegemónico, unívocamente importado a la fuerza de expulsión, sanción, muerte y domesticación.
Carne no sustituible, la nuestra. Carne con historia. Una historia atravesada por el poder ya no sustantivizado sino como forma de relación social y como capacidad del acción, podemos hacer, podemos sostener el mandato o subvertirlo. Hete aquí una situación que amerita posicionamiento ¿Qué hacemos?
Posición no es pose, es la posible muerte de la pasividad inerte. Potencialmente una disrupción en el magro cotidiano propuesto por la realidad, claramente la versión de la realeza. Parte del relleno del cuerpo trans está impregnado de dictadura, la carne no alcanza a rechazar el elemento alienante, no expulsa mediante un forúnculo afiebrado la transfobia internalizada, uno de los mas suspicaces dispositivos autodisciplinadores. Esta carne tiene un relato de vencida, porque lxs vencedorxs son otrxs, matar el vestigio disciplinador interno no es una tarea aislada del contexto y es más que necesaria, merecida la batalla al estilizado sistema de dominación heteropatriarcal y capitalista. Revivir, reavivar toda la energía. Conspirar hasta vencerles. Batallar desde el territorio propio. Batallar en todos los territorios. Allanar el camino del contrasentido. Carne que deviene torta antes que pasar desapercibida como un chicito más en el plato de esta fiesta. Es el momento de hablar de corazones que no entran en el pecho, hablemos de chagas. O de cuando el corazón no entra en el pecho de la carne sin chagas.

Qué sería de nuestra existencia cotidiana sin encarnar la guerrilla urbana de la que somos parte, visible, vivible, disfrutable en la superficie. Apenas una respuesta, esta, esta, mi cuerpo ya no cavando los túneles sino construyendo los puentes que ante la mirada atenta atraviesan las fronteras de esta normalidad clasista, racista, heterosexista, etc. Cada mañana saltar al abismo, donde en caída libre el cuerpo toma diferentes formas. Nunca es el mismo, en el movimiento constante de esta macilla que me pertenece a mí, sólo a mí y para la cual reclamo y declaro la absoluta soberanía!
En palabras de Nico Cuello: multiplicando espacios de experimentación sensible en los que hacer posibles nuestros cuerpos a nuestro ritmo, con nuestras formas y con los placeres que sepamos y podamos inventar desde nuestras diferencias.
Sin ser, estar siendo esta rebeldía viviente, la de sabor a pequeñas victorias en una lucha que parece perdida per se.

La muerte del gerenciamiento, el agenciamiento de la carne mamífera. El contra cotillón de la domesticación. Digerible, masticable, incorporable. Una contraescuela, el ejercicio de la rebelión de la carne. Abortar los vestigios de una microprostética de la normalidad y la ridiculez fascista de la ideología del amor romántico. En vez de un aditivo que adorna la carne una cerbatana venenosa que hace posible leer la carne, otra carne. La rebelión de la carne en los pasillos mismos del matadero. Una propuesta vegana en la era de la industrialización de la matanza de la carne para cristalizar la supremacía
especista que nos otorga superpoderes como especie y alimenta así un imaginario colectivo viciado de eternidad, perdurabilidad de la carne y que nos trata como envases de algo que por ser eterno es
supremo. Si tuvieran que alinear este cuerpo al mandato del binario heteropatriarcal: ¿Qué sobra? ¿Qué falta? ¿Quiénes dicen qué es cuerpo? ¿Qué cuerpo vale? ¿Cuánto vale un cuerpo? ¿Quién define el precio a pagar y quién lo paga?
Los estereotipos nos mantienen corriendo detrás del molde, hacemos lo posible para encajar en el molde hasta que la carne ya no rinde y caduca habiendo corrido para llegar tarde.
¿En mi carne trans cuáles serían los hábitos predominantes de un género u otro? ¿Qué pesa más en la interpretación genérica de mi cuerpo trans? ¿Las tetas? ¿La verga? ¿La acción de pintarme los ojos o la acción de afeitarme? ¿Jugar al fútbol o a las muñecas? ¿Orinar de parada o de sentada? ¿Penetrar o ser penetrada?
La decadente puesta escénica heterocentrada otorga papeles a la carne. Una dramaturgia al servicio del control y el disciplinamiento. La actuación de la carne es una ficción naturalizada. Elabora cuerpos e identidades privilegiadas. El gerenciamiento estructural y macroestructural no tan solo responden a modos de producción económica sino también al modo de producción económico-político-cultural-sexo-genérico de los cuerpos.
Sin un cambio social de raíz no acabamos con los patrones inscriptos en el paradigma que sacude y acomoda a la carne humana, la disciplina, la distribuye, la viola, la mata, la burla, la vende, la compra, la alquila, la explota. Reposar a la sombra del sistema sin atender lo que en nosotrxs vive y palpita tampoco nos sirve.
En este contexto la pregunta rebota de pared a pared en el laberinto hegemónico pero siempre sigue siendo la misma ¿Qué carajo hacer con mi carne?

¿Dónde están las lesbianas?

Aireana es un grupo feminista que trabaja desde 2003 en Paraguay por los derechos de las lesbianas y de todas las personas en disidencia sexual y genérica.
Les compartimos un poco de su historia, de sus actividades, del Festival de Cine que organizan desde 2005, y de su espacio La Serafina.

¿Quiénes son las Aireana?

Carolina: Aireana surge en el 2003, cuando varias activistas salen del grupo Acción Gay Lésbico, que era lo único que había en ese momento y era mixto. Aireana nace con la idea de fortalecer un grupo que sea de mujeres, un grupo para lesbianas. Nace entonces con la idea de ser una organización lésbica y feminista, porque todas las activistas que querían formar un nuevo grupo venían desde el feminismo. Ahí nos fuimos uniendo todas en el camino. Digo así porque yo en realidad había llegado a ese grupo al final cuando todas salen, era cuando yo estaba empezando. Eran mis compañeras las que ya tenían una trayectoria.
La idea de incluir la cultura como parte de un eje importante se fue dando y acomodando con los años. Con Aireana empezamos a participar de los encuentros lesbofeministas, latinoamericanos y del Caribe. Y también empezaban a surgir aquí en Paraguay los encuentros nacionales feministas. Empezamos por ahí y al siguiente año participamos en unas jornadas de cooperación con la Fundación triángulo de España que tiene su festival de cine LGBTIQ+. Y bueno, ahí con esa idea es que surge, en julio de 2005, el festival de cine LesBiGayTrans de Asunción.
Después del primer festival de cine, que fue un evento muy importante para nosotras, masivo, hicimos otras actividades también de forma articulada con otras organizaciones. Pero ése es el evento principal a partir del cual Aireana piensa cómo articular con otras lesbianas con un espacio físico.
La pregunta en ese momento era: ¿Cómo encontrar lesbianas? La idea de una de las integrantes fue: ¡Tenemos que tener un bar! Así es como surge la idea de La Serafina, espacio cultural feminista que después con los años se fue puliendo también porque la primera idea era la de un bar. Le pusimos La serafina por Serafina Dávalos que fue la primera abogada feminista del Paraguay, que en 1907, revolucionó con su tesis “Humanismo”, con ideas feministas vigentes hasta hoy. Y además Serafina era lesbiana.
Al comienzo era un café-bar y después fue más espacio cultural feminista. El eje cultural siempre fue y sigue siendo una herramienta de cambio en la sociedad. La Serafina es el lugar que nos permite acercarnos a la gente. De hecho, al comienzo la mayoría de las lesbianas iban a La Serafina, pero no fue algo fácil. Porque muchas estaban en el closet, incluso hoy cuando hay mucha más apertura. Pero en ese momento era algo así como ¿dónde están las lesbianas? Y era muy difícil realizar algún tipo de actividad que involucren a lesbianas, fue con mucha paciencia que lo conseguimos, eran otros tiempos. Y para todas las actividades, o para todos los proyectos que teníamos usábamos el espacio para poder llegar así a las lesbianas.

¿El festival es eso que atrajo a esas lesbianas?

El festival de cine fue un evento muy grande y ahí sí, muchas chicas nos escribieron ¿dónde se juntan?, ¿dónde tienen reuniones? Y entonces ahí pensamos que necesitábamos un espacio.
El festival fue algo impactante, teníamos otras actividades, pero el festival fue gigante: La sala estaba llena. La primera actividad que hicimos con un público súper masivo. Con mucho miedo en esa época porque bueno, los avances fundamentalistas están siempre, entonces, era así “¿Será que van a ir a la puerta del Centro Cultural (el festival se realiza en Centro Cultural de España) y que la gente va a decir o va a hacer algo?” Porque habían criticado al Centro por tener ese evento. Le llegó una carta al director de esa época diciendo “¿Cómo puede ser que hagan ese tipo de evento en ese lugar?” Entonces estábamos con miedo. Pero después vimos la cantidad de público, cómo le gustaba a la gente, cómo le servía lo que veía, entonces apostamos a eso. Dijimos: “a ver si podemos seguir el próximo año”. Después de unos meses, en octubre, se abrió La Serafina. En todo ese tiempo estuvimos buscando, viendo la forma, qué podíamos hacer para que todo eso fuera posible. A partir de ahí, con La serafina era esperar que llegue la gente. Y no solo las lesbianas, no era solo para lesbianas, sino para todas las personas, porque en realidad Aireana parte desde el feminismo, no es excluyente.

¿Por qué un festival de Cine? ¿Cómo llegan ahí?

Nosotras fuimos invitadas por la Fundación Triángulo en el 2005. Una compañera fue a las jornadas y bueno, conocíamos el Lesgaycinemad de la Fundación Triángulo, entonces a ella se le ocurrió organizar algo parecido en Paraguay. A ellos les gustó también esa idea entonces a partir de ahí se hace un trabajo de alianza, de cooperación y surgen más festivales en América Latina. Comienza con Aireana y con un festival en Argentina. Nos gustó el formato que tenían en la fundación triángulo y nos pareció que podía ser importante trasladar historias donde la gente se pudiera sentir identificada, porque, en esa época, acá en Paraguay no había nada. Hace quince años no había mucho cine LGBT o lo que había no era donde una se podía sentir realmente identificada, no eran imágenes o historias positivas. Y estas historias eran más cercanas a nuestra realidad. Por ahí empieza un poco la idea del festival, que al comienzo fue una muestra de cine, y después fue tomando características más de festival. Cada año va creciendo un poco más y va acompañado de charlas, show, performance, obra de teatro que se presenta, o sea, una diversidad de espectáculos que se van entrelazando con el festival.

¿Cómo fue la recepción en Paraguay? ¿Cómo fue el primer impacto en Asunción y cómo eso ha ido cambiando o no en el tiempo con la sociedad civil –no solo con la comunidad LGBT?

Al comienzo teníamos miedo, al hacer una actividad tan grande, de la reacción de sectores fundamentalistas. Pero Aireana siempre trabaja de forma articulada, con el apoyo de otras organizaciones. Por ese lado, estábamos bien. Después, nunca pasó algo malo o agresivo en el marco del festival. Sí cambió un poco la mirada de los medios de comunicación. Al comienzo nos preguntaban si era cine porno. Incluso cuando nos invitaban a entrevistas ponían algunas películas como Brokeback Mountain, una escena de sexo salvaje y nosotras decíamos “no, no es esa la película que vamos a proyectar” o La mala educación de Almodóvar y era justo en las partes de escenas de sexo… y no. Era así más tirado hacia lo sexual y ese tipo de cosas, eso era en esa época, y eso sí fue cambiando. Pero creo también que no solo fue con el festival, sino con el movimiento TLGBI en Paraguay. Con las articulaciones que podemos hacer con los diferentes grupos, con que se haya instalado ese debate. Independientemente de que haya avances de los fundamentalismos, de todas formas también hay un avance del otro lado. Va teniendo mayor aceptación, y un público más diverso también. A lo largo de todo este tiempo a
la gente le sirve el festival como una herramienta para salir del closet. Generalmente la gente se nos acerca al final de cada jornada porque la gente tiene necesidad de contarnos algo, entonces es bastante educativo también. Y en cuanto a las películas yo creo que también ha mejorado, las historias van cambiando un poco, entonces las personas se sienten más identificadas.
Sonia: El festival de cine se ganó el respeto del público. Si bien todo el mundo siempre piensa que en cualquier momento va a ser así súper atacado por fundamentalistas o no sé qué, creo que también con el paso del tiempo y con el cariño que se ganó… con los medios de prensa incluso cuando promocionan o publican algo sobre el festival lo hacen de la mejor manera o con el mejor tono posible. Todo el mundo, todos los años, espera muchísimo el festival. Desde que yo era más joven –porque yo tengo 27, entro a Aireana a los 25– pero desde los 20 ya sabía que había un festival de cine al que había que ir sí o sí. Está en el top five de cultura LGBT del Paraguay. Entonces así se construyó un cariño enorme y un respeto hacia el festival. Y también está la importancia que tiene contar estas historias no heteronormativas ni hollywoodenses (chico conoce chica, etc.), sino que la gente al final se pueda sentir reflejada y eso es el gran impacto que generó en Paraguay.

¿Cuál es el contexto político actual con respecto a la cultura LGTB? En su relato están muy presentes los fundamentalismos religiosos organizados, ¿cómo ha sido convivir con ellos en la misma ciudad, activar, hacer cosas, sin que sea contra ellos, pero en un diálogo casi permanente con estas personas?, ¿cómo ha sido a lo largo de los años esta relación con estas formas tan violentas de la política? 

Caro: en los últimos dos periodos de gobierno se ha dado un estancamiento, no sé si decir un retroceso, pero sí un estancamiento de las políticas hacia las personas LGBT. Y ha crecido, o se ha fortalecido un movimiento de sectores fundamentalistas. Pensamos que tiene que ver con el hecho de que cuando se instala un gobierno de derecha, la gente se siente avalada. Lo sentimos también en los mensajes o comentarios que se hacen en redes sociales, cuando sacamos algún tipo de actividad, o cuando estamos a favor de alguna política, sobre todo lo que tiene que ver con las personas LGTBI y política de género es cuando los sectores salen a despotricar. Y también manipular mucho y mentir sobre la información. Entonces para nosotras, y creo que también para el movimiento LGTBI paraguayo ha sido mucho el mantenerse o resistir frente a estos ataques. En otro periodo de gobierno –el único periodo de gobierno que fue más abierto que fue el de Fernando Lugo donde teníamos más incidencia en el Estado porque había apertura–, estos sectores estaban más espaciados, no tan organizados. Pero creo también que como va avanzando el movimiento LGTBI, también van avanzando los fundamentalistas, cuesta mantenerse porque siempre están poniendo obstáculos. Creo que es muy diferente trabajar en un país donde si bien hay fundamentalistas –porque los hay en todo el mundo–, hay leyes y políticas favorables. Lo que nos pasa en Paraguay es que nos falta eso, todavía hace falta esa herramienta jurídica, no tenemos una ley contra toda forma de discriminación, creo que es como lo básico en todas partes. Nos falta esa herramienta jurídica de protección, estamos siempre a la espera del momento ideal, si bien hacemos incidencia en el Estado, en muchas ocasiones estamos a la suerte de la voluntad política de quien está al frente. Pocos avances que más tienen que ver con el trabajo insistente de las organizaciones y a veces también surge de la voluntad de alguien, lo ideal es que sea una política pública instalada. Por eso apostamos mucho al eje cultural, en el festival de cine, o nuestra batucada –que se llama Tatucada–, y en otros espacios que genera Aireana, es más fácil el contacto que tenemos con la gente. Porque al trabajar con la gente, esas cosas después no retroceden. Sin embargo, con el Estado nunca se sabe, desde octubre de 2020 existe un protocolo de atención para personas LGBTI del Ministerio de la Defensa pública, porque la actual defensora general tiene apertura y apuesta al feminismo, Esperamos que se mantenga en el tiempo. Porque por ejemplo, desde el año 2012 existe un reglamento que permite el acceso de las visitas íntimas para personas privadas de libertad, para todas las personas independientemente de su sexo o género y que está vigente . Sin embargo no se cumple.

¿Cómo funciona el espacio de La Serafina?

Sonia: El espacio se activaba todos los viernes, antes de la pandemia de 20 a 03 de la mañana. Durante la pandemia tuvimos que cerrar y ahora estamos viendo de abrir siguiendo un protocolo, que solo permite estar hasta las 00:00, con distanciamiento, volvimos en ese modo. El objetivo con el espacio es tratar de dar visibilidad a artistas y artistes de Paraguay que en lo posible tengan historia, se busca que sea un show que no atente contra los derechos humanos, que no sean misóginos o que tengan letras que vayan hacer sentir mal a una persona, y siempre de alguna manera que esté visible esa diversidad. Al ser un espacio abierto a todo público, la gente llega y se queda a comer y sorprendida porque dice: “nunca conocí un espacio así” porque encima por toda la casa hay cuadros de lesbianas, chistes lésbicos, mujeres desnudas, está totalmente fuera de la norma. Quien va siempre y ya lo conoce, ya sabe y está como en su casa. Buscamos apelar a la comodidad de todas las personas que puedan estar ahí en el espacio, que los shows sean acordes a la comodidad de todas las personas y a la vez buscar a las artistas lesbianas para que puedan presentar su trabajo y darles un impulso y un espacio para que sigan haciendo su arte, peli, teatro, concierto, show. Dentro del arte y del espacio LGBT hay como un círculo muy pequeño, yo diría como “emprendedorxs artistas” que mucha gente ya les tachan de “zurdxs”, entonces no fácilmente van a tener espacios en todas partes, pero queremos que La Serafina sea un lugar para ellxs. La gente se puede quedar a bailar libremente, puede ir a besarse un chico y una chica o una chica con una chica y no pasa nada. Incluso hubo épocas donde los 25N (día de la no violencia hacia las mujeres) la casa se llenaba de tetazos nomás jaja. Nunca quisimos poner el cartel “la casa se reserva el derecho de admisión” como hacen los espacios excluyentes. A mi ya me ha pasado varias veces de ir a boliches con mi pareja y que nos echen, por tomarnos de la mano o darnos un beso, esto le pasa a mucha gente acá en Paraguay. Nos llaman a Aireana para contarnos que las echaron de tal o cual lugar. La Serafina es básicamente eso: arte, cultura libre para todas las personas.

Que bello, es una casa lésbica que no es separatista, es abierta a todo público pero es una casa lésbica. 

Caro: Esa era un poco la idea de cuando empezamos, no queríamos ser como un gran closet, y nos costó mucho, esto que está comentando Sonia, cuando nosotras empezamos decíamos ¿dónde están las lesbianas? porque al principio era encontrar lesbianas, ¿donde están en este país?. Nosotras siempre soñábamos con este tipo de espacio, que sea un espacio feminista, que le guste a la gente, tener música feminista pero esto hace 15 años no era así, en realidad cuando poniamos alguna música feminista la gente ponía cara de ¡por favor de donde sacaron esta música! era otra cosa, no es lo que es ahora. La música que teníamos que poner para que le guste a la gente era música que por ahí a nosotras no nos gustaba tanto. Pero hoy en día es diferente y esto cambió hace unos años. Ahora hay un montón de música feminista y –lo decíamos con mis compañeras que estamos hace más tiempo– esto es lo que queríamos de La Serafina cuando empezamos, que el espacio sea feminista, que si bien no toda la gente que va es feminista, pero sabe que el lugar sí y todas las personas que asisten se siente bien en ese espacio. Eso también es La Serafina: un espacio donde vos podes estar de forma tranquila y libre. En los últimos años La Serafina se convirtió en lo que siempre soñamos. 

Por último nos gustaría saber, ¿qué estrategias se dieron con el covid para seguir en este año tan particular? 

Caro: Fue un año que nos cambió la vida a todas y en todo el mundo, y donde tuvimos que reestructurar todo el trabajo del año de Aireana, entonces si había actividades culturales –como lo que comentó Sonia–, las actividades de la Serafina de ser presenciales pasaron a ser virtuales. Nos tuvimos que reestructurar. Cuando pasó esto en marzo dijimos, bueno capaz que en un par de meses…. no sabemos. La incertidumbre que tenía todo el mundo. Pero enseguida se pensó en el formato virtual y ahí Sonia es la que tuvo que hacer el cambio porque ella es la gestora cultural de La Serafina, entonces tuvo que ver qué actividades se podían hacer de manera virtual y cuáles no. Con el festival de cine cambiamos las fechas porque pensamos que en octubre ya no iba haber covid, eso lo pensamos en marzo. En octubre, como todo siguió igual o peor, decidimos hacerlo de manera virtual. Si bien estaban permitidas las actividades culturales, podían tener un público muy limitado y eso no nos servía, porque para nosotras lo importante es que la mayor cantidad de gente pueda acceder, que pueda salir, participar. Entonces decidimos hacerlo en formato virtual y bueno le llegó como a mucha gente que nunca
tuvo la posibilidad de estar en el festival, gente que estaba en ciudades muy lejanas de Asunción. Esa fue una de las ventajas. Al igual que cuando se hacen charlas, conversatorios, o las mismas actividades culturales de La Serafina, que le llega a un montón de gente con la virtualidad. Hay otros proyectos que funcionaban igual, como la atención RoHendu, que es el servicio telefónico. Se incrementaron las llamadas sobre todo por el encierro.  

Seguimos trabajando igual desde nuestras casas aunque cambió bastante el formato. Ahora se abrió un poco para los espacios culturales, entonces de a poco fuimos volviendo y es como difícil re-acomodarse a lo nuevo. Tenes el espacio, podés tener actividades presenciales, pero onda tranqui. Sonia busca la estrategia para tener actividades más relajadas por ahora.
Hay que ver mucho qué actividades se pueden hacer, que no todavía, fue todo un cambio y también lo que nosotras hicimos al comienzo fue buscar financiamiento para la gente que trabajaba en La Serafina porque para mucha gente era su único ingreso. De un día para otro se quedó sin trabajo y por suerte si encontramos fondos que financiaron unos meses a la gente que trabajaba. Y bueno, fuimos cambiando todo a la virtualidad, que hoy ya a la gente le cansa un poco, pero de repente es lo más seguro todavía.

¿Cuántas son hoy en Aireana?

Caro: hay un grupo operativo, donde estamos 6 en este momento, somos responsables de las actividades y de llevar adelante la organización. Después hay gente que trabaja de forma voluntaria, en la línea Ro Hendu, psicólogas y abogadas que  brindan asesoramiento puntual. otras 5 personas responsables de llevar adelante La Serafina. En La Tatucada hay casi 20 personas, tatucada que juega con la palabra tatu, que acá significa vagina. Ese es un espacio que se fue formando, hay mucha gente que no está desde el inicio y otra que sí. Después está el espacio de “Desobedientas” que lleva adelante otra compañera, donde tienen reuniones todos los sábados con un grupo de jóvenes.

El movimiento feminista en Paraguay.

Caro: El movimiento feminista tiene muchos años. Ha conseguido muchos cambios incluso en cuanto a leyes. La ley de divorcio y la creación del ministerio de la mujer tuvo que ver mucho con el trabajo del feminismo de esa época. Los encuentros feministas fueron organizados desde el 2003 y después fue creciendo y hay un boom en la marcha del 8M del 2017, cuando empieza a sumarse también mucha otra gente. Va creciendo y es un movimiento que hoy tiene muchas adeptas más jóvenes. También a partir de ahí creció en Aireana el grupo y hay otras chicas jóvenes interesadas en el trabajo que hace Aireana que  involucra a un sector más joven.

 

LA POSTA

Este artículo es muy especial porque muy especial es la presencia de Susy Shock en nuestro festival. De vital importancia diríamos. Ella no sólo acompañó e instó la gesta de este gesto festivo y político sino que también es su pulso constante. Al abrazo de su aleteo fuimos inventando año tras año posibilidades de encuentro. Desde ese 2010 en que cruzamos miradas, palabras y ese saberse entreveradas de tiempos inmemoriables, hicimos nudo presente, preciso, persistente. Una década de creativas confluencias, de vinos y empanadas, de noches taconeadas, cuartos oscuros y coplas enojadas. Somos magna ardiente juntes. Nuestra amante nos alentó a tejer redes, de hilos que son cuna en cualquier tormenta. La más reciente oportunidad que nos dimos para deleitarnos fue una deleitarnos fue una hermosa y agitada semana, pos tiempos de confinamiento, por lo cual el ansia de volvernos a encontrar era desbordante. Organizamos una posta cultural y sanitaria, tal
como ella la nombró, una tarde de enero, en la plaza de la intendencia cordobesa. Fue numerosa la concurrencia, de participación cuidadosa: “Nosotras sabemos” se tituló la jornada, justamente aludiendo a ese aspecto del cuidado colectivo frente a una pandemia que modificó las formas de sociabilidad y ocupación del espacio público. Cada palábra poeta fue ladrillo y fue cimiento. Lo que provoca en cada une cada entonar de ella es indecible; pero de efectos evidentes e inmediatos. La escuchás y ya no sos le misme. En este marco le hicimos un par de preguntas sobre el festival y nuestros encuentros, que aquí les compartimos:

En un contexto de discusión política desde la diversidad y disidencias, muy potente, previo al matrimonio igualitario, fue donde nos fuimos encontrando.
También fueron las primeras experiencias potentes donde el encuentro se dio desde el arte, no porque antes no hubiera pasado sino como que se empezó a sistematizar el mostrar nuestros contenidos artísticos. Ser artistas disidentes y proponer también lenguajes, discursos, belleza propias.
Fue interesante habernos encontrado en Tucumán, pensar en Córdoba, fuera del buenosairecentrismo, del porteñismo, en esa idea que no necesitó nombrarse “federal”, sino que nos encontró en una práctica lejos de su centro. Construyendo a partir de ahí, hoy ya viniendo más concretamente como hitos, como postas artísticas – culturales – políticas, en distintos rincones del país. El deleite, el festival del bolsón, empezaron a producir contenido, poderosa presencia, descentralizando todo.
Creo que nos encontramos quienes creemos que no hay forma de hacer hecho artístico sin tener un posicionamiento político, entendiendo al arte como una herramienta política. No hay forma de escaparse de eso, aún teniendo el discurso de que no nos interesa la política porque lo que tenemos son canciones de amor. Ahora, ¿qué canciones de amor no son políticas? Si por ejemplo reproducimos el amor romántico, o lugares espantosos de lo femenino, o la supremacía del varón sobre la mujer. Eso es muy político. Así que creo que no nos dio pudor nunca el pararnos desde ahí, y discutir el poder de nuestros discursos, el poder de la generación de símbolos, el proceso de construcción de nuestras postas para descentrar no solamente festivales y encuentros, sino también una idea bastante anquilosada de que si no es heterosexual no tiene sentido, de que si no es heterosexual no es convocante, y terminar constituyendo postas poderosas y masivas. Esos son nuestros centros. Demostrarnos que somos el centro de lo que tenemos que hacer, decir y sentir. 

Susy Shock

En estos contextos el arte parece que sucede a través de las pantallas, mediados por algún dispositivo; pero también en este contexto pasa en las postas sanitarias culturales. ¿Qué son las postas culturales sanitarias? Susy relató para la Revista MU de Bs As, que se trata de irrupciones artísticas en el espacio público. “El arte hoy sucede en las calles”. Las postas culturales nos permiten volver a encontrarnos, con distanciamiento social, pero cruzando nuestras miradas más reales, menos pixeladas y azules que nos devuelven las pantallas. Estas postas suceden porque se amplían las redes de lxs artistas autogestivxs, nos permite sostenernos y sobrevivir; se genera una red amorosa y “del pensar también”.

El miércoles 27 de enero, a las 18 hs. sucedió la primera posta cultural en Córdoba. Organizada junto a la productora cultural EPPI, el Festival El deleite de los cuerpos volvió a las calles, a los espacios públicos para hacer cultura disidente sexual. Para nuestra madrinAmante es muy importante que haya sucedido en este espacio, ya que eso nos permite descentrar y replicar el arte en todo el país. Y en esa plaza se volvieron a compartir esos momentos tan efímeros y performáticos que se dan en la inmediatez de ese instante. Si te lo perdiste te dejamos unas fotos para intentar revivirlo, lo demás queda en la memoria y en los cuerpos que allí estuvimos.

Conocernos, encontrarnos, dialogar, compartir, potenciarnos, poner en tensión nuestras maneras de vivir, desear y celebrarnos. Tejer redes afectivas con otr*s. De eso se trata el Deleite. Por eso en nuestra revista queremos presentarles a otros festivales LGTTBIQ+ con quienes construimos nuestros existenciarios.

FUKSIA

Festival de Arte LGBTIQ+

La Rioja

2018

Muestra competitiva de obras escénicas, audiovisuales y literarias, conversatorios, talleres, muestras fotográficas, acciones coordinadas con colegios secundarios, feria de emprendedorxs, espectáculos de artistas invitadxs.

FUCSIA fue una iniciativa del artista y docente Julio Contreras, adoptada por un colectivo artístico multidisciplinar. Este festival sin fines de lucro surge a partir de la necesidad de crear un espacio de apoyo y visibilización de proyectos que usen el arte como una herramienta de transformación social, en relación a las problemáticas de género y diversidad. Articulamos con organizaciones sociales e instituciones locales y regionales para sumar otras acciones, no solo artísticas, que dialoguen con nuestro contexto. Nuestro mayor objetivo es habilitar espacios para que otras voces, otras identidades se alcen, y construir desde ahí la comunidad que deseamos.

INDIAS

MARIMACHAS

TORTAS

Y

ARPÍAS

Desde hace 9 años Arpías visibiliza las existencias lésbicas
y genera espacios de encuentro, lucha, resistencia, contención
y exploración entre lesbianas en Salta. Compañeras de ruta
del deleite hace ya varios años, charlamos con Inu yaku, Joha,
Marce (bizcochuelo) y Diego.

Arpías surge en el año 2012, en un principio como círculosde lectura. Se juntaban en confiterías o en casas de alguna de ellas. Nos cuenta Joha, “cuando viajamos a Córdoba a la Celebración de las Amantes nos dimos cuenta que acá en Salta no
existía un lugar donde solamente tortas nos juntemos a celebrar esto de ser tortas. Fue como surgiendo ahí la idea. Primero nos juntábamos a leer, a informarnos, a leer, a debatir entre nosotras, a pensarnos, a repensarnos, a deconstruirnos”. Leían textos feministas, varios de ellos que habían comprado en la Celebración de las Amantes, de valeria flores, de Monique Wittig, de Preciado.

“Después surgió esta necesidad de nombrarnos y salir a las calles”, agrega Inu yaku. “Y ahí hubo un quiebre también porque muchas chicas de las que iban no querían, decían que no era necesario. Entonces dijimos que íbamos a seguir con las lecturas pero también nos íbamos a visibilizar como lesbianas. El problema vino por la palabra ‘lesbiana’. Muchas chicas no querían nombrarse lesbianas. Decían que qué necesidad había. Querían poner nombres tipo ‘mujeres que aman otras mujeres’ pero que no lo digamos mucho porque la sociedad no estaba preparada… ¡y era verdad! Como que Salta no estaba preparada para todo esto. Pero bueno, con Joha ya veníamos de ALuDiS (Asociación en Lucha por la Diversidad Sexual en Salta), veníamos visibilizándonos. Entonces dijimos nosotras no podemos. Queríamos salir y gritarles que éramos lesbianas, un poco más”. Marce nos cuenta una anécdota de cuando se sumó a Arpías. “Mi primera actividad fue una pintada. Pasó la cana y nadie se percató porque estábamos pintando. Pasó nuevamente y nos dimos cuenta entonces ya nos íbamos y nos caen siete patrulleros, motos y bicicletas. ¡Eran aproximadamente 22 policías y éramos 5 tortas! Así fue mi primera actividad: detenida, marcadas mis huellas, al calabozo y me quitaron la guita. Nos largaron a las 6 de la mañana, sin guita. Tuvimos que pedirle el favor al de un remis para que nos lleve”. Agrega Inu yaku, “Después salimos en la tele, en los diarios. Decía el titular de El Tribuno, ‘mujeres pintan una escuela’. Entonces nosotras escribimos al diario diciendo que no éramos mujeres, que éramos lesbianas. Les explotó la cabeza. Como dos semanas estuvimos las lesbianas en las noticias”.

En estos nueve años de existencia, Arpías fue mutando. Desde la primera idea de visibilizarse como una organización de lesbianas, fueron sumando actividades, como charlas y talleres sobre temas como salud y violencia. Con la idea de poder contar con un lugar propio, se presentaron al programa Nuestros Derechos Nuestro Orgullo del Fondo de Mujeres del Sur, y se concentraron como centro cultural. Señala Inu yaku que el espacio se ha convertido en un referente de las actividades culturales disidentes. “Primero nosotres como que no lo dimensionabámos, pero nos comenzamos a dar cuenta que les artistas que venían al espacio, lo hacían porque es el único acá en Salta. Y a tal punto es el único espacio que hace este tipo de actividades culturales y que saben que están abiertas las puertas porque muy pocas veces hemos dicho que no, a nada prácticamente”.
“El arte disidente no es solo sobre la sexualidad, sino también sobre la cultura, ese arte alternativo que no tiene abiertas las puertas acá en Salta ni de otros centros culturales ni de casas culturales, ni de teatros y acá no pueden presentar”, agrega. “Por ejemplo, una trava que viene y presenta una obra. Y también de les cuerpes, porque acá aunque en Salta todos tengamos cara de indios, se discrimina un montón. Por ejemplo, la misma Bartolina empezó acá en la casa de Arpías. Y así hay muches compañeres que capaz que no son ni gays ni lesbianas ni travas ni trans pero sí hacen arte, muestran los bailes típicos nuestros, de nuestros ancestros”.
Esta referencialidad de la casa de Arpías en lo que respecta a casas culturales tuvo su gran explosión cuando se mudaron a la nueva casa. “Al otro espacio nos costaba mucho que vaya la gente. Hacíamos charlas o talleres y nos preguntaban ‘¿a quién invitaron para que dé la charla?’ Siempre nos pedían que la charla la dé una persona de la academia, un profesor, una profesora, un abogado, cuestiones así. Y nosotros empezamos a hacernos este planteo de esta cuestión academicista, de que a esa casa, como nosotras decimos, las feministas de clase media, las feministas blancas no iban. Cuando nos vinimos a este lugar, la primera actividad que hicimos se llenó de toda esta clase de burguesas que allá jamás pisaron. Entonces nosotras, contra eso, empezamos a hacer hincapié en la clase, en el color de piel, en esta cuestión academicista, en esa limitación que hay. En esta casa hacemos una actividad y sale en la universidad. En la otra casa decíamos pueden hacer la presentación del libro y ‘ay, no, ya voy a ver’, cuestiones así. Cuando llegamos acá ya llegamos posicionadas. Ya teníamos la referencia de todo nuestro trabajo, pero a partir de esta casa empezamos a trabajar el doble de lo que trabajábamos y a reivindicarnos más, a posicionarnos más como un espacio cultural acá en Salta”.
Sobre el activismo cultural, añade Joha que “otra de las potencialidades es que nosotras mismas las tortas podemos crear una arte disidente con nuestros cuerpos, con nuestra identidad, con lo que somos. Entonces es como que estamos en esta búsqueda, con una exposición, una obra de teatro, una pequeña performance, mostrando el hecho de ser tortas, de nuestra sexualidad, de ser indias. Y también trabajar con toda nuestra cuestión espiritual y ancestral, pero también con toda esta colonización del sadomasoquismo. Tomar esto que también nos gusta, y pensar por qué tenemos que tomar solo esto que nos impusieron y también pensar sobre el placer. Creo que hay mucha potencialidad en ese proyecto, que lo estamos armando”.
Esta referencialidad que ha logrado Arpías la notan no solo en los espacios artísticos y culturales, sino también en otros espacios de participación política. Antes cuando iban a firmar un documento tenían que dar un largo debate con las feministas para que pongan la palabra ‘lesbiana’ y la palabra ‘india’. Según Inu yaku, “ahora somos las Arpías. Es más, ni siquiera vamos a discutir porque decimos, alguna de nosotras va y dice ‘somos las Arpías’ y dicen ‘ay, no, son las quilomberas’” (risas) y escriben ‘lesbianas’ e ‘indias’ en los documentos. Expresan que todo eso las posicionó, porque además de ser tortas, marimachas, maricas, son indias. “Empezamos a leer primero feminismo comunitario. Y después empezamos a leer sobre indianismo. Tomamos las dos teorías, sobre toda la indianista, y empezamos a hacer la reivindicación de eso. O sea, siempre la tuvimos. Es como que ahora se afianzó más”, expresa Joha.
En sus 9 años de recorrido, las Arpías han tejido alianzas no solo con grupos de la diversidad y la disidencia sexual, sino también con artesanos callejeros, con ambientalistas, con organizaciones indianistas, con algunas indigenistas también, con otros centros culturales. “La única forma para poder hacer eso es encontrar los puntos en común. No irnos en los detalles. Saberlos, pero que eso no nos aleje para trabajar juntos. No queremos caer y colonizar y que todos piensen igual. Esa no es la idea”, expresa Diego. Lo que sí se han cuidado de no hacer es de forjar relaciones con el estado o partidos políticos que comprometan su independencia, por eso han elegido la autogestión. Nos cuentan de esa experiencia:
Inu yaku: Con la autogestión nos cuesta mucho más todo. Sobrevivir. Sobrevivir personalmente, empecemos. Y como grupo, mantener el espacio. Planificar las actividades y mantenerlas. Nos cuesta muchísimo.
Joha: Pero igual lo preferimos. Es una de las bases de Arpías. No vamos a transar con el estado bajo ningún punto de vista, ni con ningún gobierno ni partido, ni nada que se le parezca.
Marce: Eso también nos da el pie para seguir. Los gobiernos pasan. El estado está en determinados momentos, en otros no. Entonces para mantenerse en el tiempo la autogestión ayuda bastante. Lo que sí, cuesta.
Inu yaku: Lo más importante es mantener nuestros ideales, nuestra independencia de pensamiento, de donde queremos llegar. No viene nadie y nos dice “ustedes tienen que hacer esto”. Acá hubo centros culturales que pusieron publicidades de candidatos, tipos que son violadores, tipos denunciados, y centros culturales que supuestamente eran disidentes haciéndole propaganda a campañas políticas, llevar los políticos durante las elecciones.
Joha: Porque justamente son espacios sostenidos por el partido. Entonces aunque tienen actividades super copadas, te estás sosteniendo un partido entonces tenés que callarte la boca si en una campaña te ponen el cartel afuera del centro cultural.
A modo de reflexión de las mutaciones que han vivido en todos estos años, Joha expresa, “Nosotras cuando empezamos nos encontrábamos dentro de la diversidad, derechos, la ley de matrimonio, para que nos toleren, para que nos acepten. Y ahora ya no buscamos eso. Buscamos romper, salimos a la calle y no nos importa que te moleste. No te pedimos permiso para ser lo que somos y lograr tu tolerancia y tu aceptación, entre comillas. Sabemos que las leyes son una herramienta que nos sirvió y que sirve para muchas personas pero nos dimos cuenta, por todas las transformaciones que tuvimos, que no es lo que queremos”. Y cierra Inu yaku, “Nosotras estamos acá, estos son nuestros cuerpos y no nos importa tu aceptación. No buscamos el cuerpo hegemónico de torta, de gay… porque tampoco lo cumplimos!” (risas).

DANI LEONI

Nací en La Rioja, dibujé y así crecí. Me gusta utilizar tanto medios analógicos como digitales, entrecruzando a veces ambos mundos. Actualmente trabajo como ilustradora freelance.

En 2019 participé de la Muestra “Más que una casa, hicimos trinchera” para la 9º edición del festival, que duró todo el mes de noviembre en Espacio Repúblico.

Elegir el trabajo sexual

Empecé de una. Bah, venía años pensando la posibilidad pero nunca lo había visto tan de cerca. Dudé un poco, pero me reconocí perfomateando piba cis para peores cosas.
Ya sabía cómo hacerlo, dónde publicarme, a qué hora, direcciones de los telos. Tenía todo listo. Había otra cosa que me hizo pensar, y fue que nunca había garchado con un chabón cis. Y bue, tarde o temprano iba a pasar, y mejor que sea por dinero.

Como chabón trans no veía mucha oportunidad en el mercado del trabajo sexual, me daba un poco de miedo exponerme a algunas violencias y decidí performatear, recién estaba empezando la testo y no estaba muy cerca la idea de la mastectomía así que tendría un tiempito para probarme en este mundo nuevo que se me abría.

El mundo de la prostitución es muy diverso. Exploré todas las alternativas. Trabajar por internet y en telos fue lo más adecuado. Hablando con amiguis, leyendo algunos perfiles, algunas notas y preguntando, de a poco me fui hallando. En sólo dos meses mi economía daría la vuelta entera.

Mi primer encuentro fue random. Fui DEMASIADO agradable y complaciente, pero me volví contento a casa caminando, con mis mil pesitos en la mano y una bolsa de criollos de la panadería que queda a medio camino, entre mi casa y el telo.

Vivo a cinco cuadras de todos los telos de la zona. Se habla muy bien del Madrid, que tiene camas bonitas, cortinas tipo terciopelo, pisos de madera y espejos esplendorosos. Aire acondicionado y calefacción. En este hay que tener cuidado porque se inunda hasta el pasillo. Las señoras que trabajan ahí te reconocen y te saludan cual vecinas contentas. Tiene un bar oscuro donde podés esperar hasta quince minutos: ideal para cuando te plantan.

 El Trejo es el intermedio. Colocado justo enfrente, sobre la misma calle. La entrada es bonita pero las escaleras son crujientes, las habitaciones apenas pasan lo decente, sábanas viejas y espejos en el techo. Las del 10 tienen de adorno declaraciones de amantes escritas con fuego. Con baños por demás estrechos, de esos donde te bañás medio que sentadx en el inodoro y como final te dejan una única toalla cortada, que antes fue un toallón.
Como última opción está el Colonial: ideal para tipos casados o abogados que trabajan en la Trejo. Un edificio negro y rosa, escondido en medio de una cuadra bonita, con aberturas viejas y una entrada bien discreta: dejás la plata en una cajita, te la reciben del otro lado y te dejan pasar. Lugar romántico para mi amigo ts, que ahí conoció a su actual novio. De casualidad las habitaciones 3 y 4 tienen sábanas con algunos agujeros. Cuentan con un elegante sillón postural parchado con cinta aisladora. Testigos de las más variadas posiciones. La habitación 2 es para turnos de 15 minutos.
Uno de mis primeros clientes fue el “putito”. Un cincuentón, que se presentó docente, pero también es abogado. Al comienzo yo sentía que me pedía cosas un poco raras, sin decirme concretamente qué buscaba. Un día me escribe diciéndome que necesita una ama, una dómina, alguien que le ponga los puntos. Sin tener la más mínima experiencia en eso le dije que sí; la paga era muy buena y no tenía que cojer con él, punto a favor.
Las primeras sesiones eran extrañas, él me decía qué hacer y cómo, dónde mandarlo, cómo torturarlo. Con el tiempo le fui agarrando la mano y ahora sé hasta controlarle las ganas de ir al baño. Sonará un poco extraño pero es algo así.
Nunca nos besamos. Más de un año atendiéndolo y nunca nos besamos, Me habrá pedido alguna vez un beso en la frente. Le agarré cariño, a sus súplicas caprichosas de que lo obligue a hacer cosas “humillantes”.

Ya durante la pandemia, unos meses después del caos, empezamos a vernos de nuevo, en su departamento y no en la habitación 3 del hotel Colonial, o más comunmente llamado, el Belgrano, por ubicarse sobre esa calle.
Sonaba seru giran o sui generis, música del recuerdo que escucha mi madre. Un departamento viejo en una esquina bastante concurrida. La sesión fue corta y bien cobrada. Lo hice desfilar por la casa con un conjunto de lencería que tenía puesto, lo miré en el rincón, en penitencia, con los cachetes del culo colorados de tanto azote con una palmeta de madera. Para cerrar la sesión lo puse sobre mis rodillas y le di unos chirlos: lo que más lo humilla y mejor lo hace sentir.

Otro de mis clientes es, vamos a llamarle, Nicolás. Lo conocí una noche de calor, mi amigo venía de trabajar cansado y le quedaba este cliente colgado, acepté y lo atendí. Me dijo que quería ser mi esclavo, así que preparé mi mejor outfit de dómina, mis penes de goma y salí para el telo. Mientras iba en el taxi le dejé un par de órdenes: esperame en posición, desnudo, si tenés dispositivo de castidad te lo ponés y en cinco minutos estoy. Siempre los hacía llegar antes que yo para que se prepararan. Cuando entro a la habitación estaba Nicolás acostado en la cama, mirando el techo, desnudo, disfrutando de la ducha que se había dado. Me sorprendí, los sumisos no tienen esas libertades.
Ni siquiera me saqué la ropa, así nomás como estaba le pregunté qué quería y me dijo “que juegues con mi cola”. Se metió un poco de merca, porque según él lo ponía “ más puto”. La mejor parte fue cuando se estaba terminando la hora y me empezó a rogar “quedate 10 minutos más, te doy 500”. Y así, cada diez minutos abría la billetera y me tiraba un billete. Cuando se quedó sin, guardé mis juguetes y me fui. Digno siempre.

A Nicolás lo sigo atendiendo. A veces dos horas, a veces tres. Toma merca en mi mesita de luz y alguna que otra vez me regala un cogollo.

Tengo también un cliente de convencional, es decir sexo vainilla, León, un amor. Él siempre me pide que le avise cuando estoy de humor para verlo. Lo que más busca es darme placer. Es más como un amante a quien veo de vez en cuándo y me paga por hacerle lo que yo quiera. A veces unx tiene malos encuentros y está bueno volver a ver clientes amantes.

Me gustaría seguir pero este relato no acabaría nunca. Fui muy feliz en este trabajo, hice tríos con amiguis, me reí, me caí de la cama, probé juguetes nuevos, pero sobre todo, volví con plata a mi casa y ya no lloré el 9 de cada mes antes de ir a pagar el alquiler.
Hoy puedo decir que mi trabajo no es el mismo.Le fui buscando la vuelta para ofrecer servicios que me fueran cómodos y placenteros a mi también.
El trabajo sexual no siempre es como lo pintan. Igual que cualquier trabajo tiene sus pro y sus contras. Hoy que me encuentro buscando un trabajo formal mi curriculum tiene un bache, un espacio imposible de rellenar, donde según el sistema no tuve trabajo, ni ingresos, ni aportes. Hoy me encuentro no queriendo dejar este trabajo, un poco en jaque con las modificaciones que la testo le hace a mi cuerpo, pero me está permitiendo descubrir también mis placeres y mis gustos.
Es dificil conseguir un trabajo siendo pibe trans, tenemos que rebuscárnosla para poder subsistir.Con sus pros y contras hoy sigo eligiendo el trabajo sexual.

Bruno Julián

Variaciones espirituales sobre el activismo vihrico contemporáneo

 ‘el arte no es suficiente…’[1]

 

 

Nosotras, las embichadas

Mesa Positiva emerge en el 2017 como una multiplicación del circuito cultural Ciclo Positivo, oriundo de la ciudad de Buenos Aires, con sede en el Club Cultural Casa Brandon de la Asociación Civil homónima, Brandon por la Equidad de Derechos y Oportunidades; una asociación civil y cultural LGBTTIQ+.

Para fines del 2015, la situación de las políticas públicas en respuesta al VIH en el país estaba descuidada, resultaba anacrónica y poco federal; como es costumbre en relación al reconocimiento e implementación de derechos sexuales y no-reproductivos en Argentina. La introducción de nuevas  políticas neoliberales durante el 2016, con una gestión concentrada en la quita de derechos y de recorte presupuestario por parte del gobierno de Mauricio Macri, condujo a un achicamiento del Estado que impactó a través de una necropolítica sin precedentes sobre las poblaciones más vulnerabilizadas del territorio nacional.

La situación, que no ha dejado de superar a cualquier ficción pos-apocalíptica, arrasó incluso con el Ministerio de Salud de la Nación, lo que se tradujo en un recorte de políticas sanitarias que dejó sin acceso a la medicación antirretroviral a miles de personas, poniendo en peligro la continuidad de las vidas víricas. Sobre este paisaje, algunas fibras del tejido social resistieron a las políticas de exterminio del macrismo emulando modos de resistencia que aún funcionan como puntos de resignificación del activismo vírico disponible. Aparecieron así experiencias que, por diferentes vías, comenzaron a conjugar representaciones propias del activismo disidente y feminista con cristalizaciones de la vida vírica, como un ejercicio de supervivencia que busca explorar alternativas políticas para garantizar un contexto digno y habitable.

De todas las vías disponibles, las vetas artísticas han ocupado desde siempre un lugar privilegiado en los modos por los que se busca interpelar y deconstruir los imaginarios ligados al virus del VIH y a la vida vihrica. Tal es así que toda genealogía sidaria disponible sobre el activismo en VIH pasa insoslayablemente por una recapitulación de los modos estéticos y performáticos por los cuales se ha nombrado o hecho aparecer al sida. El arte mantiene con el activismo en VIH una relación especular, ubicua y opaca. Es un vínculo sobredeterminado, su trauma difícilmente puede ser dicho, visto y pensado más allá de los modos figurativos que ofrecen las superficies artísticas.

El espacio Ciclo Positivo aparece como un circuito cultural que buscó problematizar nuestra relación con el virus a través de la poesía, el stand up, las intervenciones performáticas y el intercambio de saberes situado ad hoc. La experiencia realizada en Rosario rápidamente nos reveló una serie de durezas representacionales a la hora de pensar y hacer pensar sobre la vida vihrica en comunidad. Nuestrxs interlocutorxs parecían no poder sentipensar el virus más allá de las narrativas preventivas y punitivistas, heredadas de los discursos médicos y farmacéuticos, que desde siempre han totalizado la maquinaria del discurso vírico.

En esta tensión, Mesa Positiva se configura como una organización que insiste en el ensayo y ejercicio de toda dimensión de visibilidad, pensada como estrategia política fundamental para la subversión de los discursos hegemónicos sobre el VIH/sida, y más aún, en la lucha por desactivar los estigmas que hacen de la vida con virus una vida de armarios. Nuestras intervenciones circularon rápidamente a nivel local, no por ser originales, sino por contrastar radicalmente con lo que se percibe como una anestesia política inyectada por las epistemologías del armario sobre las posibilidades de pensar el virus más allá del diagnóstico.

La experiencia de este antagonismo se instaló como efecto de los argumentos feministas y LGTBIQ+ en los que se apuntala Mesa Positiva, acarreados por el contacto y el apego de sus participantes con activismos de otras superficies, como son los de la marea verde por la legalización del aborto legal, seguro y gratuito, la coordinadora Orgullo Rosario y los espacios que responden al Frente por la Educación Sexual Integral. En este sentido, quienes habitamos Mesa Positiva, vivimos nuestra participación como un ejercicio bisagra, como un entre, un movimiento que se desliza entre la singularidad de ingerir diariamente la marca reprimida de la peste rosa y la desorientación que provoca no encontrar un espejo lo suficientemente nítido como para ser vistas y deseadas en nuestros propios términos.

 

Variaciones espirituales

Hablar de espiritualidad en este contexto suena raro y llama a la tensión. Introducimos la dimensión de la espiritualidad como un llamado a la incomodidad.  No buscamos disputar dicho concepto en términos epistemológicos, aunque sabemos que nunca estamos exentas de ser funcionales a las batallas del sentido. Creemos necesario involucrarnos, por una vía diferente, con una condición que es singular y a la vez colectiva.

Como hemos dicho, nuestros argumentos son feministas y disidentes. Afirmarnos en dicho terreno es asumir el carácter contingente y singular de las herramientas que utilizamos en el curso de nuestra acción. Somos conscientes de que las representaciones que diseñamos para habitar un mundo y un territorio pueden ser asfixiantes e inhóspitas para otrxs. En este sentido, queremos señalar los pliegues donde la luz propia se vuelve sobre sí misma; circunscribir en la órbita de la espiritualidad esa dimensión en la que cada quien negocia y configura sus sentidos, en ambos sentidos del sentido. 

Este espectro de la experiencia ha sido definido como un ejercicio de atención y percepción que cada una realiza sobre sus modos de ser y estar en el mundo;  sobre cómo esos modos se relacionan con lo que me afecta y lo que yo afecto. Esta economía reflexiva inaugura un espacio singular, sui generis, en el que cada quien tiene la posibilidad de descubrir un modo de tratarse a sí misma a través de las acciones que desencadena en los demás. 

El ejercicio de esta dimensión en la que, sostenida en los demás, puedo girar sobre mí misma para encontrarme cara a cara con los sentidos que encadenan mis actos, ha sido recortada filosóficamente como condición insoslayable para el ejercicio de una libertad radicalmente democrática; una libertad que se piensa a sí misma a través de esta co-dependencia con lxs demás, cuyos márgenes y posibilidades se redefinen continuamente, teniendo como límite el daño que dicho ejercicio puede infringir en lxs otrxs.

Este gesto por ligar las coordenadas de la espiritualidad con aquello que en otros lugares de mayor profundidad, se escribe como una ética de la singularidad, es el efecto reflexivo y revisado del acontecimiento del diagnóstico en cada una de nosotras. Ubicamos en esta dimensión de la espiritualidad las superficies, imágenes, ideas, sensaciones, con las que cada una logra construir una relación senti-pensada consigo misma en tanto que embichada.

La consciencia del diagnóstico puede ser sentida como un momento inaugural, en muchos casos de interpelación; en el que cada una se encuentra con una verdad, una certeza, la del virus en sangre, por supuesto. Ese virus se derrama, se filtra, contamina, toda una imagen sobre nosotras mismas, sostenida por nosotras mismas. Una imagen que funciona como un cultivo desde donde nos orientamos y a la cual nos dirigimos a través de nuestros devenires en el mundo. 

La inminencia del diagnóstico deviene entonces en un flujo de preguntas que cobran dimensiones existenciales: ¿quién me quiere ahora?, ¿quién me va a querer?, ¿me voy a morir?, ¿cómo me pasó?, ¿quién me contagió?, ¿cómo se dice?, ¿cómo se lo digo a mi hijxs?, ¿cómo vivirlo? Para algunas de nosotras, buscar respuestas posibles a estas preguntas nos condujo por caminos de autorreflexión que encuadran muy bien con la revisión crítica sobre sí mismas, similar a la que describe Michel Foucault en su texto La ética del cuidado de sí como práctica de libertad.    

Inspirarnos en una ética cuya regla puede escribirse como el cuidado de sí en función de las posibilidades que tengo de afectarme por los demás, de poder herir a mi semejante, está lejos de sugerir un punto estable y fijo para la acción; al contrario, entendemos que funciona como un llamado, un gesto que nos vuelve conscientes de una economía afectiva inspirada en la reflexión crítica sobre las corresponsabilidades que se germinan y circulan, a través de los sentidos, por los que me adhiero a mí misma y a las demás. Yendo en esa dirección, creemos que es urgente prestar atención a las opciones contemporáneas que nos ofrecemos mutuamente para vivir una vida vírica eróticamente justa y libre de toda violencia. 

 

Las superficies semióticas del VIH 

Las opciones contemporáneas para llevar una vida vivible con VIH se desprenden de los saberes y poderes que se han organizado históricamente en respuesta a esta pandemia. En el hueso de ese tejido, sobrevive el traumatismo de la peste rosa, y en consecuencia, desdecir la muerte y derribar tabúes continúa siendo la experiencia fundante para una vida con virus. Entendimos con Susan Sontag que las posibilidades metafóricas entre cáncer, sida y castigo divino, provocaron el derrame vírico en al menos dos direcciones: la totalización del discurso biomédico sobre el vocabulario del VIH y la proliferación del mismo por estrategias centradas en la prevención de su transmisión. 

Con un claro tinte bélico, y en la perplejidad del apogeo de la pandemia, ambas narrativas se acoplaron mutuamente en la defensa del cuerpo sano de la sociedad, cuyo principal efecto performativo fue la configuración de un nuevo espectro de peligrosidad resumido en figura de “el sidoso”. La patologización de prácticas sexuales y la demonización de la sociabilidad de las disidencias, junto a la agonía televisada de la muerte, fueron la cara visible del sida durante muchos años. Aun hoy continúa resurgiendo en el imaginario colectivo y singular con cada diagnóstico positivo.

En estas superficies semióticas de la pandemia, las Organizaciones No Gubernamentales y sus activismos han tenido un rol fundamental. En la instrumentalización de fondos e intereses económicos que se filtran a través de las ONGs, como parches de los vaciamientos estatales que producen las lógicas capitalistas y neoliberales, muchas de nuestras organizaciones LGTBIQ devinieron funcionales a la distribución e implantación de las narrativas preventivas sobre el sida que, entendemos, reafirman la peligrosidad como discurso para hablar de las vidas con VIH.

Otra vía disponible en estas derivas narrativas está emplazada por los grupos de pares, creados como espacios de contención y socialización para personas que vivimos con VIH/sida. Las redes de pares son un eslabón fundamental en la construcción de una adherencia subjetivante, en el marco de los procesos diagnósticos, así como en la politización de los tratamientos. Sin embargo, muchas veces, las prerrogativas con las que dichos grupos enuncian y construyen sentidos posibles para una vida vírica permanecen interpeladas en paradigmas preventivos que culpabilizan la vida erótica, y contribuyen a re-estigmatizar a las personas que vivimos con VIH, a través de una cristalización del cuidado y la salud sexual. 

En el tamiz de estas opciones, son ineludibles las actualizaciones que introducen los avances científicos de los últimos diez años, tanto en materia de tratamientos, estados serológicos y profilaxis. La situación vírica contemporánea se encuentra precipitada por los cambios que dichos desarrollos tecnológicos han introducido en la calidad de vida de las personas seropositivas; alterando súbitamente las estrategias que durante las dos primeras décadas de la pandemia centrifugaron la materialidad de la vida con virus sobre diferentes sistemas de culpabilización.

Los tratamientos antirretrovirales alcanzaron un punto de especificidad suficiente como para contrarrestar la cantidad de copias de virus en sangre a niveles que resultan indetectables para la mayoría de las técnicas de cuantificación. Si bien dicho valor es relativo a la tecnología disponible en cada territorio, se ha demostrado que en tal estado el virus no posee suficiente cantidad de copias en los fluidos y superficies de contacto necesarias para su transmisión, derivando en una situación serológica novedosa, anclada en la intransmisibilidad del virus.

Aunque esta nueva dimensión serológica aún resulta desconocida para muchxs, ya ha sido incorporada como objetivo transnacional en el marco de las estrategias consignadas por la OMS y la ONUSIDA como respuestas a la pandemia. La campaña que se resume en el eslogan Indetectable – Intransmisible busca cerrar la transmisión del virus por vías medicamentosas. 

Incluidas en las metas 90-90-90 – lanzadas en 2015 para ser logradas en 2020, objetivo desplazado hacia el año 2030 por ser en lo inmediato inalcanzable – se busca que el 90% de la población mundial este testeada e inscripta en una condición serológica, que de ese total el 90% de las personas positivas estén en tratamiento, y que de dicho número, el 90% logre el estado de indetectabilidad.

En un mismo sentido, para esos restos no-testeados que se acumulan a la sombra de dichos porcentajes, la respuesta oficial a la pandemia ha diseñado el uso de las mismas drogas antirretrovirales bajo la denominación de Profilaxis Pre Exposición, cuya tecnología consiste en administrar un tratamiento antirretroviral a personas seronegativas, esto con el fin de lograr niveles suficientes de toxicidad en sangre como para evitar la propagación del virus.

Estas innovaciones en tecnología farmacológica actualmente precipitan el binarismo serológico positivo – negativo hacia una fragmentación de  la vida vírica dentro de nuevos binarismos: testeado – no testeado; detectable – indetectable; usuario de PrEP – sujeto peligroso, que a su vez reconfiguran y actualizan los sistemas de culpabilización que se implantan sobre la vida erótica con virus a través de nuevos procesos de estigmatización.

En esta dirección, las teorías queers, o eso que nosotras bien podríamos nombrar como teorías del sida, nos revelan hasta qué punto la crisis vírica y los discursos que territorializan el campo del VIH, subvierten radicalmente nuestras políticas  identitarias. David Halperin recapitula en profundidad cómo el sida actualiza y configura críticamente las analíticas del poder diseñadas por Foucault; Eve Sedgwick revela cómo la irrupción del sida destrona las narrativas del éxito afectivo enquistadas en las estéticas gais homonormadas; Carrascosa y Núñez exponen cómo la crisis del sida está aún comenzando, y lo hace todo el tiempo, cada vez que sucede un nuevo diagnóstico positivo, desplazando metonímicamente las posibilidades de emergencia de un movimiento que se disuelve permanentemente entre las epistemologías de nuestros armarios y las desidias de políticas estatales.  

Adentradas en esos paisajes teóricos, P. Preciado nos seduce incómodamente al ofrecer una dirección novedosa. El sida redistribuye drásticamente los algoritmos de la biopolítica que constituyen el faro del pensamiento crítico en nuestro pasado reciente. Al entender al sida como la primera enfermedad neoliberal-capitalista, no sólo por cómo se configuran las vidas en torno a lo que se dice y lo que no se dice del bicho, sino fundamentalmente porque la crisis del sida se inscribe sobre nuestros dispositivos sexo-genéricos, desterrando a la diferencia sexual e identitaria como bisagra para pensar la gestión pública de las poblaciones. 

En este sentido, nos ofrece la posibilidad de revisar cómo los flujos del deseo, esos que circulan entre el genocidio vírico de la desidia Estatal, en tensión con la cronicidad serológica y las representaciones sociales coloreadas por la peste rosa, permiten la emergencia y multiplicación de un lugar de resistencia singular a la pandemia del sida, una posición resumida en la figura de lxs enfermxs activistas. 

Los movimientos de resistencia que aparecen en respuesta a las crisis del sida representan para Preciado un giro epistemológico en los modos de hacer micropolítica; las embichadas subvierten históricamente la posición de enfermxs, involucradas activamente en el sistema de salud, en tanto partícipes de los proceso de producción del conocimiento científico, de los protocolos biomédicos, de la gestión de los tratamientos. 

En nuestros territorios, dichos flujos de resistencia han estado contenidos al interior del movimiento por el reconocimiento de los derechos civiles del colectivo LGTB, que aglutinaron las luchas de las minorías sexuales durante los primeros años del sida en Argentina; para luego quedar bajo la potestad de organismos e instituciones específicamente biomédicas y jurídicas. 

A nuestro parecer, el campo semiótico del VIH/sida permanece abierto a su totalización por los paradigmas preventivos-higienistas instrumentados por las ONGs, el cuerpo médico y las redes de contención, anestesiando las posibilidades de constituir un movimiento del VIH con la suficiente potencia performativa como lo han sido el movimiento queer y marica de finales de los ochenta o el movimiento de mujeres durante los últimos años. 

En este sentido, si bien entendemos que el VIH/sida subvierte nuestras políticas identitarias, organizadas alrededor de la diferencia sexual y el binarismo heterocentrado; al mismo tiempo, percibimos que en nuestro imaginario social el sida permanece ligado a las identidades y prácticas sexuales subalternas, incluso al interior de la sociabilidad de los colectivos LGTTTBIQ+. 

La deconstrucción, resistencia y resignificación organizadas para despegar al colectivo homosexual de las representaciones sociales ligadas a los primeros años del sida parecen precipitar el vaciamiento y la despolitización de las vidas con VIH, al punto de reducir la carga viral de la vida vírica a un mero estado de cronicidad, cuya única materialidad se concreta en acudir a la consulta médica e ingerir un tratamiento. 

Esta cristalización de la vida con virus se vuelve inhóspita ante los recortes de derechos y los ajustes económicos que la avanzada neoliberal ejerce sobre nuestro tejido social. Es aquí donde creemos que la revisión crítica sobre nosotras mismas no puede dejar de ver nuestra participación en este contexto. En medio de la desidia estatal, y de la perplejidad de lo que pareciera ser el fracaso de las estrategias canónicas en respuesta al VIH, insistimos en el carácter político de nuestra vida serológica, buscando expropiar y reconfigurar algunas representaciones sociales hegemónicas de los discursos y las estéticas disidentes, para conjugarlos con el verbo vivo de la vida con VIH.  

En este sentido, han entrado en circulación una serie de enunciados desprendidos de una política activista inspirada en un orgullo bichoso como gesto ético-estético, un movimiento de resistencia poético-política, en una reacción crítica a los ajustes económicos y al silencio de las organizaciones civiles. Expresiones como “vivir con VIH es una situación política”, “no queremos pastillas, queremos la cura”, “sobran curas, falta la cura”, “a tu disidencia le falta VIH” o “a tu feminismo le falta sida”, buscan irritar el tejido social entumecido para inscribir el orgullo bichoso como un campo semiótico-afectivo que recupera la historia política de los medicamentos escrita con la sangre y las cuerpas de miles de activistas que han dejado su lastre en pos de nuestra supervivencia. 

Una vida política que de modo incipiente busca reinstalar la cura del VIH dentro del horizonte político en el que se articulan las demandas actuales de las disidencias y de otros movimientos.  Las consignas políticas en las que se precipitan dichos procesos reconfiguran tanto los marcos estético-visuales, como los márgenes ético-políticos, ante la emergencia de una narrativa que subvierte las representaciones hegemónicas disponibles para pensar las experiencias de la vida con VIH. 

Las representaciones derivadas del orgullo conjugado con la vida vírica han disparado una serie de resistencias y disputas al interior del activismo contemporáneo, revitalizando la maquinaria de resistencias y de sentidos antinormativos. Al mismo tiempo, inauguran nuevas superficies de identificación y resignificación de la vida con virus, ejerciendo una ética del sida que, además de defender la autoafirmación de la vida, busca garantizar el acceso y el ejercicio del derecho a una justicia social erótica.

Estas consignas devienen catalizadoras de la angustia social que se multiplica al ritmo de los diagnósticos de nuevas serologías positivas, ofreciendo una opción política dislocada del tejido de sentidos disponibles, ante el fracaso de las narrativas hegemónicas para contener y resignificar los afectos vihricos. 

Ahora que estamos todas embichadas: obertura desde el ASPO

Como hemos hecho ver, la incertidumbre formaba parte de nosotras. Pero desde que comenzaron a correr los titulares sobre el futuro pandémico que desembarcó en marzo del 2020, las maricas embichadas nos vimos excedidas, confrontadas con el repentino vocabulario vírico que invadía todos los canales.

Vivir con virus en el contexto nacional, ante un sistema sanitario desguazado por las políticas neoliberales y por la apatía como reacción del tejido social, de pronto se tornó una situación global. Hasta ese entonces, para muchas, vivir con virus significaba vivir el mes a mes con la incertidumbre a la hora de recibir nuestros tratamientos, por la falta de reactivos para conocer el estado serológico, o  de insumos para atender los nuevos casos positivos, o de información para contener en nuevas situaciones de transmisión, o de preservativos para garantizar situaciones de cuidado. 

Expuestas al contexto del aislamiento social preventivo y obligatorio, emergió  una red de contención ad hoc para sobrellevar la desidia vírica; una cadena de contacto virtual para ofrecernos mutuamente las opciones políticas, las direcciones de sentido, que cada una hilvanaba para sobrevivir a sí mismas en nuestro propio aislamiento. Sobredeterminadas por un nuevo virus, buscamos sostenernos, al menos fantásticamente, para poder hacer algo con la angustia acarreada en el cuerpo por la otra pandemia. 

Volvimos sobre nosotras mismas: vivir con virus es una situación política, precaria, fragilizada por la cantidad de Estado que logra alcanzarnos en los remansos del mercado.

Algo de eso veníamos transitando las embichadas, procurando visibilizar cómo se articula la dimensión serológica en la red de inteligibilidad cultural de la matriz cisheteropatriarcal. El COVID parece una oportunidad para observar nuestra propia opacidad, confinadas a un vínculo con nosotras mismas. Expuestas a tener que hacer de la relación con nosotras mismas, un ejercicio de supervivencia psíquica en la práctica del cuidado personal, en el ensayo de un movimientos que nos arroje hacía alguna libertad. 

Así confinadas, nos llegaba nuevamente la misma sensación lemebeliana: el sida no ha sido reconocido plenamente, no es una herida compartida, es la herida de unas pocas, aunque sumemos millones. El sida duele menos en inglés, dice Lemebel, porque así parece que es una historia ajena y lejana. Esparcido a escala global, el motor de análisis de la teoría queer; ni es ni ha sido suficiente para descubrirnos mutuamente heridas y buscar opciones políticas de cuidado más allá de los márgenes de los discursos víricos hegemónicos. 

El COVID parece confrontar nuevamente al tejido social con su propia vulnerabilidad; la fragilidad se recrudece, y nuestra vida significa la distancia que virtualmente me permite hacer contacto con otrxs, fundamentalmente, con aquellxs que puedo ver como siendo mis otres, cuando no contamos con la suerte de ser vistas por el Estado. 

Mientras todo esto nos sobrepasa, las personas junto a las travestis y las trabajadoras sexuales, siguen siendo el espejo más opaco al interior de nuestras disidencias, y pasan ante nosotres sin ser vistas, arrojadas a su máxima precaridad. Pareciera que hemos olvidado las estrategias afectivas que inventamos para sobrevivir al sida. No nos podemos mirar a nosotras a través de los ojos del sida. 

En este sentido, tampoco el arte y el activismo parecen haber sido suficientes; retorna una y otra vez la necesidad de una acción colectiva en dirección a un horizonte erótico más amplio, más justo y libre de toda violencia. Una libertad que no permanezca presa de las servidumbres del mercado y su oferta de cerrar la curva de la vida víhrica por la vía medicamentosa. Una opción política que nos exima de la violencia que condiciona a las poblaciones embichadas a la dependencia farmacológica de por vida. Un marco de libertad en el que la cura para el VIH/sida pueda ser dicha y vivida en sus propios términos.

Fede Abib

[1] Traducción libre de la obra “Art is not enough” (New York, 1988) de la colectiva de artistas activistas del sida Gran Fury, pertenecientes al grupo Act-Up New York. La leyenda completa afirma: “Con 42.000 muertes, el arte no es suficiente. Haz acciones colectivas directas para poner fin a la crisis del SIDA.”

[2] Verticales se utiliza para nombrar a las personas nacidas con VIH, hace referencia a la situación de transmisión (de madre a hija).

Cierre
Festival El Deleite de los Cuerpos
2014
Villa la Maternidad